¿Una pausa?

Los surcos del látigo comienzan a hincharse y tu piel afiebrada brilla centelleante; tu cuerpo castigado alumbra la penumbra como las luciérnagas en las noches del pantano.

El verdugo satisfecho te acaricia el cuerpo sudado, comprobando con la yema de sus dedos el relieve que dejaron los trazos de su escritura cruel.
Son caricias de su mano caliente, la misma con la que te estuvo azotando y ahora comprueban que consiguió romper la lisura que le gustaba tanto para crear, a costa de tu dolor, una rugosidad que le parece más bella.

Murmura algo, tal vez para que lo escuches; pero no distingues sus palabras porque todavía te dura el aturdimiento causado por los chasquidos del látigo.
Quizás sean palabras de consuelo para tus gemidos y tus lágrimas; quizás te advierta que se trata solo de una pausa y debes preparte a recibir una nueva tanda de golpes; solo se calmará su sadismo con el brotar de tu primer sangre.

Puedo asegurarte con conocimiento de causa, que a pesar de todo tu verga seguirá chorreando sus jugos… y la suya, erguida, pétrea… también.

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Autor: Oveja negra

Peca y no te arrepientas. Todo es efímero.

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