Injusto el macho que me abandona después de descargarse en mi garganta.
Me han encendido sus palabras sucias, sus dedos pajeándome el ojete y ha conseguido que ceda mi laringe alojando su verga sin que no me importen los ahogos, ni los espasmos, ni las nauseas, ni las lágrimas incontroladas.
Soy su puto y siempre deseo ser su yegua; mucho más cuando me ensilla y promete cabalgarme.
Quiero un macho de más un orgasmo, no uno que después de una mamada se refugie en los tragos y los cigarros.
Injusto que su respuesta a mi reclamo sea un par de bofetadas.